En el gimnasio, pa’ mala yo
“Tienes las tetas caídas, ¿a que sí?”. En ese momento deseé tenerlas realmente caídas, tenerlas tan caídas que me llegasen al suelo; poder sacudirlas, incluso, con mis rodillas, como hacen los futbolistas cuando dan golpecitos de balón; deseé que mis tetas fuesen dos nunchakus agitados por una maestra –yo– de las artes marciales. lamarea.com »